martes, 13 de enero de 2015

CONSEJOS PARA CUIDAR TU SALUD EN VERANO

Dieta de verano

Para sentirte más ligero, perdiendo peso, y manteniendo la potencia de tu energía, durante el verano tenés que comer muchas frutas y jugos de frutas, verduras y ensaladas de múltiples colores, algunas semillas, frutos secos y cereales a diario, y si tenés ganas, algunos productos lácteos. 
Es evidente que, si hacés mucho ejercicio o realizás una labor física en el exterior, necesitarás comer más. Las frutas son buenas por la mañana, a primera hora de la tarde o como bocado por la noche, mientras las verduras es mejor comerlas al final del día. Si en cambio, ingerís una comida más pesada, tenés que hacerlo a última hora de la tarde y descansar a continuación un par de horas, de ese modo tendrás más energía por la noche, dormirás mejor, y tu digestión será más completa que si comés cerca de la hora de acostarte.
El verano no es momento de sobrecargar tu hígado, el principal órgano desintoxicante del cuerpo. Tené cuidado con los alimentos fritos, con los alimentos químicos y procesados, y con todo tipo de drogas, especialmente el alcohol o el exceso de cafeína.

El corazón
El corazón es uno de los órganos más activos en la estación del verano, es el regulador de la circulación de la sangre. Es nuestra bomba muscular de cuatro cámaras, que mueve la sangre que lleva el oxígeno y los elementos nutritivos al resto del cuerpo. Su función es regulada por un sistema eléctrico que mantiene el equilibrio de las pulsaciones, produciendo una contracción del músculo del corazón por medio de una descarga eléctrica.
 El corazón es muy sensible a los mecanismos de retroalimentación concernientes a las necesidades de oxígeno de nuestro cerebro y músculos, que se comunican con él por medio del sistema nervioso. Su regulación y ritmo están determinados por nuestra respiración y nuestros estados mentales y emocionales.
La dieta para el corazón
La relación de la dieta con las enfermedades cardíacas y vasculares es decisiva. Varios años de una dieta basada en carnes rojas, grasas animales, azúcares y féculas, junto con los aditivos y conservantes que llevan, sin una limpieza regular de las toxinas que introducen estos alimentos, terminará por bloquear los vasos sanguíneos. Esto es especialmente cierto en lo que se refiere a la arteria coronaria (corazón), donde las placas de grasa acumulada pueden producir una circulación cardíaca inadecuada, restringiendo así su actividad, y produciendo la angina de pecho y los ataques cardíacos.
Lo que debés evitar:
  1. Sal: Es el enemigo principal en la sobrecarga de la tensión alta. La sal calentada y refinada, con sus aditivos para mejorar la calidad y color de los alimentos, producen un riesgo para tu cuerpo.
  2. Alimentos grasos: Lo que incluye alimentos fritos. Los aceites calentados cambian químicamente, y se vuelven más difíciles de digerir por el cuerpo. Evita principalmente las carnes grasas, aceites (usa preferiblemente una pequeña cantidad de aceite sin cocinar y presionado al frío como el aceite de oliva, sésamo o girasol), manteca, productos lácteos, frutos secos y palta.
  3. Alimentos altos en colesterol: Particularmente los huevos (yemas), carnes grasas, mariscos y vísceras animales, como el hígado. Si comés carne, utilizá sólo pequeñas porciones de carne magra o pescado.
  4. Azúcar: En cualquiera de sus formas; y también todos los pasteles, pastas, cereales empaquetados, etc. Incluye el azúcar moreno y miel.
  5. Alimentos procesados o refinados y los aditivos químicos.
  6. El café y el té con cafeína.
Lo que debés hacer:
  1. Comer muchas frutas y verduras frescas, crudas, vaporizadas o al horno.
  2. Comer cereales integrales como cereales naturales, copos de avena, arroz moreno, trigo o centeno.
  3. Podés utilizar alguna sal vegetal, de verduras naturales secas.
  4. Beber té de hierbas.
  5. Hacer ejercicio.
  6. Si empezás a desear las viejas costumbres, realizá una caminata o tomá una ducha fría.

El intestino delgado
Sus 6 u 8 metros de extensión conectan al estómago con el intestino grueso, y se dividen en tres partes, llamadas duodeno, yeyuno e íleon. También hay que cuidar de este órgano durante el verano.
El funcionamiento apropiado del intestino delgado constituye la clave de nuestra nutrición, porque los únicos elementos nutritivos que podemos utilizar realmente, son los que digerimos y asimilamos por medio de él.
Si el intestino está limpio y los elementos nutritivos se mueven a una velocidad razonable, se puede absorber mucho y los desperdicios pasan al intestino grueso; pero si hay mucha mucosidad revistiendo las paredes intestinales o si los intestinos se mueven demasiado rápido (las heces están demasiado sueltas), el cuerpo obtendrá muy poca nutrición de los alimentos ingeridos.
Si ocasionalmente damos descanso a los intestinos con un período de unos días o más, a base de zumos, y evitamos una dieta con alto contenido en alimentos formadores de mucosidad, como carnes, productos de granja, panes y derivados del azúcar, mantendremos los intestinos en un estado adecuado para la digestión y la asimilación.
Para tener una mejor digestión y asimilación y menos gases (fermentación del alimento) en tu sistema digestivo, procura no mezclar demasiados alimentos. Sin embargo, el sistema de cada persona es diferente, por lo que tienes que observar qué alimentos te favorecen.



La dieta para el intestino delgado
El intestino delgado debe funcionar apropiadamente para que el organismo reciba la nutrición del alimento. Una buena combinación alimenticia para limpiar y tonificar el intestino delgado es la formada por partes iguales de arroz moreno, lentejas y semillas de girasol. Añadir una vez y media esa cantidad en agua y hervir lentamente durante 15 minutos. Comer una o dos tazas diarias durante unas semanas. Es un plato sabroso y nutritivo, y un gran productor de calor. Servirá de ayuda a la función asimilativa del intestino delgado.

Por otro lado, en verano es recomendable hacer ejercicio y mantenernos hidratados

Ejercicio
Es evidente que no es posible hacer ningún movimiento sin utilizar los músculos y huesos, pero es importante considerar el ejercicio como un hecho separado de las labores diarias y de las tareas domésticas. Cuando tomás el tiempo y el espacio necesario en tu vida para una actividad específica que te lleve a tu límite físico, te estarás haciendo el mayor bien.
El ejercicio te hará transpirar y eliminarás algunas toxinas de la sangre a través de la piel, abrirá la vieja circulación y creará una nueva circulación “colateral”. Entendemos por “colaterales” los nuevos vasos sanguíneos que se forman y crecen con el fin de proporcionar más flujo sanguíneo a las áreas con una circulación restringida.
El ejercicio aliviará el cansancio y la falta de energía, además de reducir el peso excesivo al incrementar la salida de energía. Ayuda también a incrementar la fuerza, resistencia y coordinación, a reducir la tensión, suministra una sensación de bienestar, mejora la flexibilidad y reduce la rigidez de músculos y articulaciones, reduce también el proceso de envejecimiento y procura longevidad.

Tomá en cuenta lo siguiente:

  1. Los músculos que no utilizamos o ejercitamos adecuadamente se vuelven débiles e ineficaces.
  2. Los músculos de la espalda debilitados son un origen importante de los dolores en la parte inferior de la misma, que se eliminarán al aumentar la fuerza de dichos músculos.
  3. La eficacia y capacidad de nuestros pulmones, corazón y otros órganos, pueden mejorarse con un programa de ejercicios regulares y vigorosos.
  4. Una persona en buena forma física tiene menor tendencia a los males comunes, y cuando los contrae se recupera con mayor rapidez.
  5. La incidencia de las enfermedades cardíacas degenerativas puede ser mayor en aquellos que no han tenido una vida físicamente activa.
  6. Los ejercicios vigorosos regulares juegan un papel importante en el control de nuestro peso, y en ayudarnos a reducir la tensión emocional y nerviosa.

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